Dentro del complejo mundo de los sustratos, pocos componentes han alcanzado el estatus y la especificidad del akadama, una arcilla granular de origen japonés intrínsecamente ligada al arte del bonsái.

¿Es la akadama un sustrato o una materia prima?

Su popularidad ha trascendido esta disciplina, generando una pregunta recurrente entre los aficionados: ¿es la akadama un sustrato listo para su uso o se trata de una materia prima para la formulación de mezclas más complejas?

Para responder a esta cuestión, es fundamental entender su naturaleza. La akadama, cuyo nombre en japonés significa «tierra roja», es una arcilla de origen volcánico extraída de canteras específicas en Japón, principalmente en las prefecturas de Ibaraki y Tochigi.

Tras su extracción, se somete a un proceso de secado y cribado para clasificarla en diferentes tamaños de grano. Su uso en el cultivo del bonsái no es una moda reciente, sino una práctica arraigada en siglos de tradición, donde los maestros japoneses observaron sus excepcionales propiedades para el delicado sistema radicular de los árboles en miniatura.

Las cualidades que hacen del akadama un material tan valorado en el sector de los sustratos son diversas y complementarias. Su estructura granular porosa garantiza dos de los pilares fundamentales para el cultivo en contenedor: una excelente aireación y un buen drenaje. Esto previene la asfixia radicular y la aparición de enfermedades fúngicas asociadas al exceso de humedad.

Sin embargo, y aquí reside una de sus grandes ventajas, cada gránulo tiene la capacidad de retener agua en su interior, liberándola de forma gradual y manteniendo un nivel de humedad estable a disposición de la planta. Además, posee una buena capacidad de intercambio catiónico (CIC), lo que le permite retener los nutrientes aportados con el abonado y cederlos progresivamente a las raíces.

Una de sus características más prácticas es el cambio de color: su tono ocre claro cuando está seco se oscurece a un marrón rojizo al humedecerse, sirviendo como un indicador visual muy fiable del momento adecuado para regar.

Con estas propiedades en mente, podemos abordar la pregunta central. La akadama es, fundamentalmente, una materia prima de alta calidad para la elaboración de sustratos.

Si bien, es técnicamente posible utilizarlo como sustrato único para ciertas especies de bonsái, especialmente coníferas como los pinos, esta práctica suele reservarse para cultivadores con gran experiencia que controlan rigurosamente el riego y la fertilización. La verdadera fortaleza del akadama reside en su capacidad para mejorar y equilibrar las mezclas.

Por qué incluir akadama en la elaboración de un sustrato.

La importancia de incluir akadama en la elaboración de un sustrato de cultivo para bonsái, y cada vez más para otras plantas de colección como suculentas o con caudex, radica en su rol como estructura base de la mezcla.

Al combinarlo con otros componentes como la puzolana (kiryuzuna), la piedra pómez o la grava volcánica, se consigue un sustrato a medida. Cada componente aporta una característica específica: la puzolana aumenta la acidez y la retención de hierro, mientras que la piedra pómez y la grava aligeran la mezcla y mejoran aún más el drenaje.

La proporción de akadama en la mezcla se ajusta según las necesidades hídricas de la especie, el clima local y la frecuencia de riego del cultivador, ofreciendo una versatilidad que un sustrato de uso directo no podría proporcionar.

Venta de akadama.

En el mercado, el akadama se comercializa en sacos, generalmente por volumen (litros), y se diferencia principalmente por su granulometría y su dureza. Es un material poco común en el mercado, por lo que solamente se suele encontrar en tiendas especializadas.

Existen los sacos de granos finos (Shohin, de 1 a 3 mm), ideales para bonsáis pequeños o como capa superficial; envases de granos medios (Kifu, de 3 a 6 mm), el tamaño más estándar y polivalente; y sacos de granos gruesos (de 6 a 12 mm), utilizados en el fondo de la maceta para potenciar el drenaje o para árboles de gran tamaño.

Además, se puede encontrar akadama de «calidad extra dura» o «doble línea roja», que ha sido sometida a un tratamiento térmico para aumentar su resistencia a la degradación y compactación, un factor a tener en cuenta, ya que el akadama tradicional tiende a deshacerse pasados dos o tres años, señalizando el momento óptimo para el trasplante.

Como vemos, el akadama debe ser entendido como materia prima, un componente técnico para el cultivador profesional y el aficionado que busca crear un medio de cultivo óptimo, duradero y adaptado a las necesidades específicas de cada planta, especialmente en el ámbito del bonsái.